Cierto que la solución económica no está en emigrar a
Alemania, como parece que ha declarado la señora Merkel, todos cuantos estén en
precaria situación, ni aquellos que andan buscando un lugar donde poder
desarrollar sus conocimientos universitarios -que por cierto hemos contribuido
económicamente todos, incluyendo pensionistas y parados, a través de impuestos-
privando a España, en nuestro caso, de su concurso en el esfuerzo por lograr la
tan ansiada recuperación, mientras colaboran en el mantenimiento del
enriquecimiento alemán.
Este es un problema que deberían ir pensando como resolver
las mentes privilegiadas de la Comunidad Europea, que para eso cobran sus
buenos emolumentos, en vez de freírnos a multas (30 millones de euros) a la
menor ocasión que se les presenta. La barata mano de obra y los cerebritos que
se están extrañando hacia Alemania desde los países del Sur, cuando se logre
acabar con la crisis que aún azota a casi toda Europa, esos países sureños se
verán (nos veremos) en serias dificultades para poder engancharnos al tren
económico, siquiera al frío y triste furgón de cola y, por carecer de
herramientas tan imprescindibles como son la preparación inteligente y la mano
de obra, motivo por el que tendrán (tendremos) que seguir corriendo, echando la
higadilla por la boca, con la mano extendida tratando de agarrarnos a la manija
de ese último vagón. Será muy difícil lograrlo teniendo en cuenta que se corre en "pelota picá" y
con los "pies descalzos"; menguada indumentaria para tan gran
empresa.
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En toda España no hay pueblo que se precie en el que no se
establezca un mercadillo, prácticamente cada domingo del año y, de vez en
cuando, uno "medieval" durante unos pocos días. ¿Que ha pasado para
que el PSOE avise de no se qué peligro? Quizá es que las grandes superficies
(las cercanas al PSOE), estén notando una bajada en el nivel de negocio. El
vocero del grupo socialista, el señor Lissavetzky, ante la proliferación de
esos mercadillos al amparo de la famosa liberalización comercial, ve "una
excesiva desregulación necesaria de regular" (en su jerga, prohibir).
No fue tan sonora su protesta cuando la señora Aguirre, a la
sazón presidenta de nuestra Comunidad, primando el dudoso interés del grande,
Dios sabrá por que motivo, en perjuicio del legítimo interés de los pequeños, liberalizó horarios y días de
apertura. Entonces el comercio tradicional no encontró en él a su "doncel
batallador".
El abuso del dominio público (las aceras de las calles de
Madrid) es notorio y, con unas autoridades competentes en sus obligaciones y
parcas en recaudaciones, es algo de sencilla solución. Solo sería necesario
aplicar a rajatabla las ordenanzas municipales, y conceder licencias especiales
de invasión de aceras, en lugares muy determinados.
Mientras tanto, los viandantes nos estamos viendo obligados
a compartir las aceras con las mierdas de los perros, por culpa de la mala
educación de sus dueños; con ciclistas y motoristas, por la falta de vigilancia
de la Policía Municipal; con las terrazas de bares y cafeterías y con las
banastas de las innumerables fruterías antiguas y de reciente apertura, y con
infinidad de carteles de anuncios de toda clase de establecimientos, incluyendo
los burdeles, por culpa del Excelentísimo Ayuntamiento de esta Villa y Corte.
Excelentísima señora doña Ana Botella: estando así las cosas ¿Quiere
usted que les votemos? Ni Flower.
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