lunes, 31 de marzo de 2014

EL MÁS CRUENTO DE LOS PREDADORES.

El ser humano es el más cruento de los predadores que pudiera sufrir el ser humano. Es fácil de comprobar, con el simple y único trabajo de poner un pie en la calle de cualquiera de las ciudades o pueblos de todos esos países que se auto definen como integrantes del primer mundo, sin que se les caiga la cara por el peso de la vergüenza, a quienes tienen la obligación de velar su armonía y respeto. Claro que para ello sería condición indispensable que la hubieran conocido de pequeñines, y a la vista está que no fue así.
 
 
La degradación ética y moral de la sociedad dominante de esos países, les aleja a distancias enormes de cumplir, aunque a veces lo parezca, con el mínimo de solidaridad que como individuos de la misma especie les es exigible. Creando disposiciones que lejos de tratar de extirpar la pobreza, la mantienen y cultivan unas pocas migajas. 
 
Las manos que manipulan los motores de la economía, son manos egoístas sin más sentimiento que el de hacerse con la mayor parte de los beneficios, sin que les importe los métodos a emplear –casi siempre ilícitos-, ni los sacrificios físico-psíquicos ajenos. Usan la mano de obra humana como energía temporal, mientras incentivan el incesante descubrimiento de robots; inteligencia sintética, que saca a trabajadores del lugar en donde con su esfuerzo se ganan la supervivencia, al tiempo que les produce mayor beneficio. Es la maquiavélica apropiación del Progreso, transformando algo que en buenas manos sería bueno para toda la humanidad, en una destructora arma de constante ataque humanicida, contra la zona más débil de la sociedad propia y, a mayor escala, contra los países pobres de África, América y Asia.
 
Conclusión lógica: los países más industrializados (los países ricos) elevan su producción mientras reducen el número de personas empleadas; cierran sus ejercicios anuales con mayores beneficios; y hacen crecer la pobreza, mientras vemos cómo se va condensando la riqueza en el interior de un pequeño grupo.
 
Salvo la hembra de la Mantis Religiosa, no conozco a otra especie sobre la faz de la tierra, que devore a quien le está haciendo un buen servicio.    
 
Pero lo doloroso es que, en grado descendente, todos padecemos de esa degradación, por activa o por pasiva. Pocos son los que ven en el prójimo caído en desgracia, al hermano con quien compartir, si no todo lo que se tiene, al menos, lo que sobra. Se hace más caridad recogiendo, alimentando, mimando con estupidez y, cuando les es necesario, curar a los animales de compañía, que con quienes sabemos que están necesitados, porque son de nuestra especie; porque son  nuestros paisanos; porque son nuestros vecinos y hasta llegan, en muchos casos, a ser nuestros propios parientes, víctimas del progresismo feroz.
 
 
Los Florentinos; los Amancios; los Billy Gates, etc., deberían tener en cuenta la posibilidad de que un día "la tortilla se vuelva, que los pobres coman carne, y los ricos coman mierda".

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