Hoy se ha comenzado a debatir y terminará mañana, como todos
sabemos, el "Estado de la Nación". No es necesario echarle tantas
horas y gastar tanta saliva, en alcanzar la certeza en cuanto a como esta la
Nación. Ahora mismo, sin echarle al asunto más de un par de minutos, y me sobra
la mitad, yo les doy gratuitamente el diagnostico acertado que, lo mismo que
esta en mi mente, está en la mente de la casi totalidad de los españoles:
¡Fatal!
El Estado de la Nación -si como el señor Rajoy ha dicho en
su disertación, todos estamos bajo el IMPERIO de la LEY-, está como para que
todos cuantos tengan o hayan tenido responsabilidades políticas, desde que nos
alcanzó la maligna bacteria de la Democaca, deberían estar penando sus culpas
en el más frío y lóbrego de los presidios, con un régimen alimenticio a base de
pan y mierda.
Porque no todos se pueden excusar en su demostrada
incapacidad intelectual, como podrían hacerlo José Luis Rodríguez Zapatero, sus cheerlearders y sus mariachis.
También, aunque pocos con una mínima porción de inteligencia, en su labor pro
hundimiento de la Nación, aportaron toda la mala leche que mamaron, como es el
caso del señor X, el "malange andaluz y sus brother" y los indeseables
del clan de la tortilla. Sin que caiga en el olvido "el Tahúr del
Mississippi" y sus perjuras ratas
salidas del interior (posiblemente por el mismísimo ano) del GLORIOSO
MOVIMIENTO NACIONAL. (En todas partes es posible encontrar sinvergüenzas, golfos y traidores. Jesús
entre sus apóstoles tuvo a Judas).
¿Esperanza de mejora?. Siempre hay que confiar en Dios,
porque otra cosa, parece estar muy alejada de la capacidad de estos
"humanoides" que apenas si se saben hacer derecha la raya del peinado.
Este festejo que se ha dado en llamar El Estado de la
Nación, es como la feria del ganado de mi pueblo: se exponen en un cercado los
distintos animales, por especies, y allí, cada cual en su espacio; unos
mugiendo, otros balando, otros cacareando, otros relinchando y otros gruñendo,
pero todos, todos, dejando el lugar emporcado, como es natural.
* * * * *
No pudo, ni quiero dejar pasa la ocasión de reconocer a un
imbécil entre la multitud: el imbécil que en Barcelona le niega el saludo a una
personalidad del Estado al que, por desgracia él, quiera o no quiera,
pertenece.
No me molesta la idiotez del sujeto porque me sienta monárquico, que no
lo soy, sino porque mientras la situación no cambie a una república, don Felipe
es una de las personalidades del Estado Español, en el que está incluida
Cataluña.
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