lunes, 27 de enero de 2014

SIEMPRE ES BUENO QUE EXISTA EL INFIERNO...

No; ¡Claro que esta vez el rojerío "rampante y casposo no ve injerencias  de la Iglesia en las cosas de la política! Esta vez las benevolencias solicitadas por Juan María Uriarte a las autoridades y a las víctimas del terrorismo, en favor de los asesinos que milagrosamente aún se encuentran entre rejas. Rejas que deben ser muy duras, viendo el buen aspecto que exhiben los asesinos que gracias a los memos europeos y españoles, van siendo excarcelados y recibidos con alharaca por una legión de hijos de puta, en sus lugares de origen, no son recibidas como injerencia por sociatas y comunistas.

Es normal que al rojerío nacional le parezca bien la actuación del clérigo vasco, pues ellos desde siempre han estado y movido muy cercanos a las tesis de los terroristas, comunista-marxista-maoísta que desde siempre han compartido. Por otro lado, que lo del obispo emérito de San Sebastián parece muy normal, si tenemos en cuenta que él ha pasado casi todo su vida clerical dentro de esa Iglesia Vasca, en cuyo interior militaban curas que ante la coincidencia horaria entre decir Misa o asesinar a una persona, o a varias, según cayera, preferían siempre la segunda opción, y de la manera más cobarde; sin riesgo propio. Así fueron los "gudaris" separatistas, frente a la otra cara de la moneda; los auténticos vascos: recios, valientes y leales. 

Quizá esa sea la razón por lo que el obispo emérito de la Bella Easo, el pasado día 26, recibió el premio ofrecido por la Fundación Sabino Arana (un imbécil, borracho, inculto y xenófobo) "por su contribución a La Paz", de la mano del condenado por la justicia española, el que fuera secretario de interior de la autonomía vasca, el señor Atucha.

Hay que tener la cara muy dura y el corazón de acero templado, para pedir a las víctimas que perdonen a sus victimarios, y que además exija un trato aún mejor del que están recibiendo, que hay que joderse como viven, y además, que les traigan a "casita papá y mamá". No se puede con razón decir que se premia al señor Uriarte por su contribución a La Paz, cuando no fue capaz de exigir a los terrorista que atentaban contra La Paz, desde el primer momento, la entrega de las armas y el respeto absoluto a la vida y hacienda de las personas; ni se puede admitir -yo no lo admito- que fuera un bregador en defensa de los Derechos Humanos, cuando en lugares de su responsabilidad pastoral, les negaba la celebración de funerales a las víctimas del terror de ETA. 

Solamente desde una posición insular, rodeado y nadando en la hipocresía, se puede recibir un galardón como paladín de La Paz entre hermanos, y por los derechos de todos (como si los asesinos se merecieran tenerlos), sin hacer ningún tipo de excepción.

Siempre es bueno que exista el Infierno...

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