Los españoles estamos asistiendo al feo asunto de la imputación de la infanta Cristina, atónitos ante la disputa que mantiene el juez de Palma de Mallorca, don José Castro, además de con los defensores de la infanta, con el fiscal don Pedro Herrach. Ambos oponentes al juez Castro parecen tener el deseo de presentar a doña Cristina, limpia y reluciente, ante los ojos de los españoles, como si le hubieran lavado con “Elena” (qué lava más blanco).
Todos entendemos que los abogados defensores están para eso; para defender a su cliente por mucho que el menda o la menda sea culpable de cuerpo entero. Eso es así, sin posible discusión. Decidir la inocencia o culpabilidad y determinar la sentencia, es un asunto que afecta a la Justicia, representada con toda dignidad por el juez (o los jueces) a quien se le hubiera asignado el caso (eso, también es sencillo de entender).
Pero lo que a cualquier hijo de vecino le llena de telarañas el intelecto, es ver y escuchar a las dos figuras más representativas de la Justicia, juez y fiscal, luchando a “boca partida” (con vergonzante reflejo en los medios audiovisuales de información), en torno a una imputación avalada por el trabajo concienzudo realizado durante ocho largos meses, a la que el fiscal ha decidido oponerse, aparentemente, a toda costa.
Por lo que se puede deducir de las últimas declaraciones del juez Castro, tiene en su poder las suficientes pruebas como para señalar a la infanta como presunta delincuente. El fiscal, mostrándonos una versión distinta a la de los fiscales que salen en las películas estadounidenses, trata de demostrar la inocencia de la presunta, antes de que se inicie la causa.
Habrá muy mal pensados (no es mi caso) que podrían decir (yo, ni mu) que tal vez lo hiciera por una de estas tres razones, o por las tres al mismo tiempo: económicas, políticas, o por cercanía con la Corona. Como para este “cura” el fiscal de Palma, don Pedro Herrach es un perfecto desconocido, lo que vengan a pensar los mal pensantes, no es alimento para mi opinión, me pongo totalmente al margen. ¡Faltaría más!
Pero hay que decir que este caso no debería estar en el celofán en el que lo tienen envuelto, si no fuera porque forma parte de la parafernalia, junto al lío montado con la nueva ley del aborto y la gilipollez en la que Arturo Mas ha metido a Cataluña, para distraer a la “peña”, mientras esquilman nuestros bolsillos hasta dejarnos en la indigencia, en tanto que ellos se lo llevan crudo. Y es hay quien ha aprendido a robar con un empeño digno de más nobles causas. A estos políticos, aparte de “eso”, no les inquieta otra cosa; les da lo mismo el resultado de la dichosa imputación. En cualquier país del primer mundo una mujer que hubiera cometido los mismos delitos que a la infanta se le suponen, la Justicia, ya haría muchas lunas que la tendría archivada en la cárcel de Yeserías.
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