martes, 2 de abril de 2013

BUROCRATIZADO Y ARRASTRADO.

Hoy, humillado; vejado; burocratizado y arrastrado por los desiertos, allá por el culo del Mundo, el ejército nacional, es una mala sombra de aquel que el día primero de abril de 1939 se impuso, con un par de cojones y un palito, al sanguinario rojerío nacional e internacional.

La verdad es que me encuentro triste porque, a pesar de ser el 74 aniversario de tan señalada fecha, nadie, ni aquí en España ni en el resto de los países que sufrieron sobre sus cabezas la presión de la bota roja, ha tenido el mínimo recuerdo de la inigualable gran hazaña. Es raro ¿No? Es raro que ni siquiera desde la Iglesia española, que tantísimo sufrió –cuantas monjas y cuantos seminaristas y sacerdotes; obispos y cardenales todos ellos escarnecidos y asesinados salvajemente por la bestia roja-, hasta que las tropas nacionales les fue liberando pueblo a pueblo; ciudad a ciudad. Silencio absoluto en su máxima representación; monseñor Rouco no ha tenido a bien decir ni una sola palabra -¡No digamos una misa!- de agradecido recuerdo. Es igual; la Iglesia es, lo mucho que es, y ellos, son solamente eclesiásticos de frágil memoria. Claro que, tanto o más agradecimiento le debe don Juan Carlos I, y tampoco se le ve muy predispuesto a mostrarse agradecido. Pues, que les vayan dando a todos ellos, por donde amargan los pepinos.

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No venia mal el obituario de “El Mundo” este domingo, ilustrado con las fotografías del asesino López Peña, “Thierry”, uno de los últimos jefes de ETA, y de Luis Martínez Noval, ex ministro socialista.

Ya lo dije pero, para que no haya duda, lo vuelvo a repetir: no deseo la muerte para nadie pero… me regocijo con la muerte de ese carbón de etarra. Y, me deja al fresco la muerte del socialista.

El sentimiento que me produce la muerte de “Thierry”, una vez aparcada la alegría, es de frustración; de profunda frustración porque se ha marchado a los infiernos sin haber sufrido lo bastante, como para con ello pagar los profundos sufrimientos que ha provocado a los familiares de sus víctimas (padres, viudas e hijos). Ese jodío muerto, excremento de bestia salvaje, no se merecía una muerte tan rápida; debería haber muerto como aquel que los indios, después de anestesiarle el cuerpo, dejándole lucido, le fueron fundiendo, desde los pies hasta la cabeza, poco a poco, mientras aspiraba el olor que despedía –en este caso, a cerdo asado-, su propia carne al quemarse, hasta su muerte. Aunque yo, junto a varios millones de compatriotas nos conformaríamos con que se le hubiera ahorcado, en mitad de la plaza Mayor de Madrid, a un lado de la figura ecuestre del rey Felipe III, junto a los demás asesinos etarras que estamos alimentando en las cárceles españolas, y a los que estos gilipollas de políticos, que nos han nacido para jorobarnos, como los callos en los dedos meñiques de los pies, han ido soltando sin motivo que lo justifique.

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Desde esta hojilla de mi blog, contesto a Ansiadalibertad: por mí no hay problema, en todo caso, agradecimiento por leerme, y por tener la deferencia de postearme en tu blog. Lo que si te pido es que, la próxima vez que quieras decirme algo, te olvides del “Don”, pues si no lo haces, tendré que tratarte de Excelentísimo Señor. Yo también te mando un afectuoso saludo.

A todos vosotros ¿Qué tal lo habéis pasado esta semana santa? Espero que muy bien. Hace mucho que no sé nada de mi camarada Marcos, “El Criollo Andaluz”.

1 comentario:

ansiadalibertad dijo...

Lo haré encantado, Eloy, gracias.