viernes, 1 de febrero de 2013

ANALFABETISMO “ILUSTRADO”.

Las amas de casa en España reciben casi siempre invitados; unas veces por culpa de sus maridos; otras por la llegada de familiares de provincias y otras, simplemente, son visitas inesperadas que se colocan a la hora del almuerzo; esas amas de casa, por lo general, no tienen problema, aunque la pitanza este pensada solamente para dos personas, la mujer y el marido; ellas lo arreglan y con un par de huevos por barba y unas patatas fritas, sale airosa de la prueba. Y, no digamos si además hay una buena morcilla de arroz, embutida en Villarcayo (Burgos), seguro que los intempestivos invitados, le otorgan un sobresaliente Cum Laude.

Lo que pretendo decir, no sé si con éxito, es que cuando alguien está perfectamente preparado, es muy difícil que en su partitura, asalte la sorpresa de una nota desconocida; de un compás inédito que le deje tan descolocado que, pretendiendo salir airoso, huya por la garita del apuntador. Más o menos lo que le ocurriría al ama de casa si en su cocina hubiera siempre huevos y patatas. El no tener “huevos”, es lo que les ocurre a muchos de los “plumíferos”, con ínfulas de periodistas que actualmente vienen ensuciando las páginas de casi todos los diarios que se editan en España. La enseñanza que se viene impartiendo desde el desembarco de esta “Rufianada”, es la responsable del analfabetismo “ilustrado” que va campando por las universidades españolas con total naturalidad, fabrica licenciados que por su capacidad intelectual (poco desarrollada, aunque hubiera materia) y su escasa preparación (por la baja calidad de los enseñantes), la única licencia que deberían llevar es una similar a la que obligatoriamente llevan los perros, salvo muy honrosas excepciones. Del material humano que sale de la universidad del que hago uso son dos, los que salen de la Facultad de Medicina y los que salen de la Facultad de Ciencias de la Información. De los médicos lo que les pido cuando estoy malito es que me curen; su grado de preparación al margen de la Medicina, me trae al fresco. Y de los que salen de la Ciencia (hace falta ganas de insultar a la ciencia) de la Información, cuando compro el periódico, y oigo y veo la radio y la televisión lo que busco y no encuentro es que cuenten lo sucedido y que expongan sus opiniones sin patear el idioma español; que cuando lea un artículo, el articulista no me quiera timar, vendiéndome su burra a sabiendas de que está irrecuperablemente lisiada y totalmente salpicada de mataduras; que el reportero sea capaz de escribir de una noticia, con la suficiente calidad de ideas y con la exigible ortografía que sirva para el fin de entregarle al lector un trabajo legible; sin lagunas gramaticales y sin corte y empalmes, sin ton ni son, como es esta normalidad.

Un buen ejemplo de periodista a quien le faltan los huevos y la morcilla, quizás también las patatas, es Rafael Esteban. Este individuo, para el periódico El Mundo, el día 26 de enero, escribió la necrológica del dramaturgo Barcelonés Don Jaime Salom Vidal. Como todos sabemos este señor desarrolló toda su carrera literaria (14 obras) durante el régimen de Franco (de 1955 a 1975 y más), y no le fue mal, igual que a otros cuantos autores entre ellos, Buero Vallejo (19 obras). Pues a este Rafael Esteban, haciendo un pequeño resumen de la obra, “Los delfines” (1968), dice que “Salom se sirve de la decadencia burguesa y empresarial para contar la podredumbre del régimen franquista”. Este individuo es un claro exponente de los especímenes salidos de la enseñanza progre; por eso no sabe que decir decadencia de la burguesía (clase media) española de 1968, no era ni la décima parte de decadente –a su pesar- que la burguesía (entérate, Rafael Estaban, clase media) actual; en cuanto a podredumbre… hace falta ser imbécil para, teniendo lo que tenemos en todas las instituciones del Estado; las empresas; los sindicatos, ponerse a hablar de podredumbre. Lo que digo; si semejante personaje tuviera huevos, una buena morcilla, para patata ya tiene la cabeza, no caería en el ridículo de, en obituario, por no tener mejor mensaje, poner en entre dicho una época de la que para él mentarla, debería lavarse la boca con agua de rosas.

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