Cuando un niño pierde a su padre, porque ha muerto, cuando su madre se vuelve a casar, lo que pide es que el padrastro, al que jamás querrá como quiso a su padre, ni espera recibir de él tanto cariño, lo que espera es que al menos le trate con respeto, comprensión y amable cercanía. A muchos españoles un día 20 de noviembre se nos murió asesinado por los rojos nuestro “padre político” José Antonio Primo de Rivera; otro día 20 de noviembre se nos murió, en la cama de uno de los hospitales que él mandó construir, Francisco Franco, Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, y Jefe del Estado de España, a la que colocó, después de ganarla en un total deterioro, en la senda de la modernidad y en un buen estado de desarrollo industrial y comercial. Pues, para muchos españoles este momento es igual de expectante que el del niño huérfano.
Rajoy, nunca será nuestro ideal, pero de él lo que esperamos es respeto, comprensión y amable cercanía. Respeto y hacer respetar a la unidad indisoluble de la Patria; respeto y hacer respetar la preeminencia a nuestra Bandera sobre las banderas autonómicas, provinciales y locales; respeto y hacer respetar las creencias religiosas y sus instituciones y a las personas que las administran; respeto y hacer respetar toda nuestra Historia; respeto y hacer respetar a la Justicia, sin injerencias, por ser el fiel de la balanza de donde deben emanar los fundamentos de un buen gobierno; cualquier justiciable ha de tener plena seguridad de que será juzgado con toda justicia.
Comprensión y obligar a ser comprensivos a quienes lo deben ser: las empresas crediticias, bancos y cajas de ahorros, en épocas de dificultades, como esta en la que en estos momentos se están viviendo, para no arruinar a quienes por motivos que, en la mayoría de los casos les viene exógenamente -impagos de instituciones del Estado, por cierre de sus puestos de trabajo o por falta de consumo-, que son motivos lejos de sus conocimientos y sin tener las necesarias herramientas para hallar soluciones; comprensión y obligar a ser comprensivo, a quien corresponda, con la necesidad imperiosa de ser solidario con quienes lo han perdido todo, rebajando hasta donde más puedan los grandes beneficios que aún en estos momentos –Mercadona; El Corte Inglés; BBVA; Banco Santander…- están consiguiendo.
Amable cercanía en todas las instancias oficiales. Los político, desde el Presidente del Gobierno al último concejal del villorrio más pequeño tienen la inexcusable obligación de ser amables en el trato, porque, aunque parece que no se han enterada aún, ellos son nuestros representantes a sueldo, al fin y al cabo, funcionarios que nos deben atender en nuestras demandas. Sin servilismo, pero sin arrogancia; sin obligación de aguantar la mala educación de alguna gente, pero sin alzarse al escalón de la superioridad.
Con un poco de perspicacia es fácil comprender que lo que los españoles que aún mantenemos un alto grado de romanticismo patriótico reclamamos, se condensa en tres sencillas y a la vez grandes palabras: ¡Dios, Patria y Justicia!
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