Cuando la izquierda pierde o no alcanza el poder en las urnas, trata de conseguirlo por la fuerza de la lucha callejera; desestabilizando la paz ciudadana, usando para ello, sin el menor pudor, la demagogia más burda y grosera; la mentira más clamorosa, porque sabe que los propios no lo distinguen y, además, siempre encontrará a los imbéciles que, desde posiciones políticas distintas, y como dijo el estúpido de Landelino Lavilla, distantes, les harán de palmeros.
Eso es lo que ha pasado estos días de atrás en Valencia. Aprovechan una deficiencia momentánea, el personal docente del instituto Luis Vives, directora incluida, militantes izquierdistas (profesores de profesión en las horas lectivas y apologetas políticos de extrema izquierda en todo momento), montan una protesta con los estudiantes de segundo grado de enseñanza e, intercalados entre ellos, activistas sindicales, y de todas las raleas de la izquierda, que son los que se dedican chulescamente a provocar y agredir a las fuerzas de orden publico y, cuando la “fiesta” ya está perfectamente montada, después de quemar contenedores y romper cristaleras, dejan a los tontos “útiles” y los delincuentes con ganas de marcha, que a la postre son los que pagan las consecuencia. Entre los detenidos que hubo el primero de los días, cinco eran estudiantes y el resto delincuentes con varios asuntos pendientes con la Justicia. Es sintomático que el primer eslabón de la cadena de protestas lo hayan comenzado en terreno contrario.
Pero no terminara ahí la cosa; más bien, es ahí donde va a comenzar. La algarada valenciana es un pequeño ensayo de lo que están preparando los hijos de… Stalin. Eso simplemente ha sido una toma de temperatura; de la cantidad de estúpidos que se vienen a cualquier sitio sin saber ni entender de que va la cosa, sacan la media a nivel nacional; después, y a su debido tiempo, irán sacando a la calle los dóberman y los pitbull sindicales, para poner patas arriba las ciudades, como ocurrió durante la primavera árabe y, si la cosa no prospera a su gusto, siempre les quedará el recurso del muerto útil; un disparo; una bala perdida y... Lo harán, porque ellos saben que la derecha, esta derecha que renuncia a serlo, es cobarde, no sabe luchar, siempre se bate en retirada; acomplejada; acojonada, dejando en el campo de batalla sus principios, sus vergüenzas y su dignidad. Así han sido tradicionalmente los líderes, salvo honrosa excepción, de la derecha española; y, también es tradición, que los militantes, simpatizantes y votantes, han sido los que han tenido el coraje, de enfrentarse a la patibularia izquierda y vencerla en toda la línea.
Mañana mismo, o pasado mañana, o al otro, vamos a ver de que pasta está hecha esta derecha avergonzada de serlo; vamos a ver si predomina la “testosterona” de sus bravas mujeres (Esperanza, Soraya, María Dolores, Cristina, y un largo etcétera) o la tibieza y capacidad de “aguante” de sus hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario