domingo, 12 de febrero de 2012

"AUNQUE SE VISTA DE SEDA..."


Viendo la nueva cara de la señora de la Vega, ya sabemos donde van a parar nuestros impuestos. Dicen las malas lenguas de doble filo; leguas viperinas donde las haya, que la operación regeneradora de aquel mar de arrugas que lucía el deteriorado cuero facial de la más que fina, finisima hija del condecorado por Franco, Wenceslao Fernández de la Vega, con la Medalla al Mérito del Trabajo (con categoría de plata y hojas de roble), en el 32º aniversario del Alzamiento Nacional, el 18 de julio de 1971, por sus méritos contraídos en el desempeño y buen hacer como Delegado Provincial de Trabajo de Zaragoza, ha ascendido a la cantidad de 12.000 euros. ¡Mentira! La ingente obra desempeñada por el equipo de cirujanos faciales, arquitectos, ingenieros técnicos en regiones devastadas y magos orientales, ha debido ser de tal envergadura, que ni siquiera con los 60.000 que cobra la criaturita al año, de su sueldo vitalicio como consejera de Estado, la habrán podido valer para pagar, por lo que seguramente se habrá visto en la necesidad de tirar de alguno de sus otros sueldos oficiales. ¿Será por dinero?

La presencia físico-estética de las personas, teniendo importancia -uno no se debe descuidar- no es lo más significativo, ni debe ser lo más valorado. Henri de Toulouse Lautrec y Stephen Hawking, por no hacer demasiado largo el ejemplo, son una indiscutible prueba de que la inteligencia debe ser lo que diferencie a las personas; lo que distinga a la mujeres y a los hombres inteligentes de los fatuos e imbéciles; lo que diferencie la obra bellamente terminada, de la tramoya huera y hasta en algunos casos, basta y grosera.

Mi abuela, como otras muchas abuelas, decía que “la mona, aunque se vista de seda, mona se queda”, y remataba diciendo aquello de que, “el manto no hace al monje”.     

Por fin los españoles hemos podido comprobar que la justicia, siempre que los socialistas se hayan apartados de ella, funciona de manera magistral. Yo, como muchos españoles, viendo como se iban desarrollando algunos casos, había llegado a desconfiar de una institución tan capital, en el buen funcionamiento de un país, como es la Justicia. Estábamos equivocados: la Justicia es pura, imparcial y benéfica. Entonces ¿Qué es lo que falla? Sus administradores: los garzones; los villarejos; los salas; los c. pumpidos; los caamaños; los alonsos; los g. bermúdez; etc.

La sentencia dictada por el Tribunal Supremo contra el ex juez Garzón, por prevaricar gravemente, contra el derecho de defensa de unos imputados, nos enseña, a todos, que no todo es válido; que los “justicieros” son personajes de telefilmes, solamente responsables ante el director de la serie; y, que en la vida real, están caducados desde los tiempos de Luis Candelas, que hacía justicia robando a los ricos, para dárselo a los pobres –al revés que estos socialistas-.

“España es diferente”. El eslogan no vino a demostrar la perspicacia de su creador, pues es algo tan evidente, que el esfuerzo intelectual tuvo que ser nulo. España es diferente y los españoles ayudamos a ello, con una contumacia rayana, en muchos casos, con la estupidez y la estulticia. He leído en mi periódico de cabecera, el Mundo, un artículo firmado por David Torres, titulado Justicia para Garzón, que visto desde la decencia, es inaceptable. Su inmundo artículo, solamente entendido desde el “amor” a una figura humana, y el odio a la justicia, retrata a un personaje de intelecto defectuoso. Tildar de inmundas las fosas comunes de nuestra guerra civil, muchas de ellas como consecuencia del enfrentamiento sostenido en el frente, muestra su escaso respeto a los que allí yacen. Tal vez debió escribir, “lamentables”. Una aclaración: las fosas comunes que se están abriendo, no siempre son de muertos “rojos”, también las hay de nacionales, que rápidamente se vuelven a tapar. 

No se le puede discutir al autor del artículo, su simpatía por el hombre –a mi me cae muy bien el conde Drácula-; lo que es incomprensible es que esa simpatía también se la dispense al juez. La bipolaridad, en este caso, de don David es evidente. Dice sentir repelús, no por la altanería de Garzón, por sus tecnicismos “legales” sino por tener la certeza de que ha prevaricado, espiado las conversaciones entre los acusados y sus defensas. Sacar conclusiones de este caso, poniéndolo en paralelo con una película, es de una frivolidad incompatible con la inteligencia del lector. No es correcto que a personas que queremos que la justicia se escriba con mayúsculas, JUSTICIA, se nos diga, desde la página de un periódico de la seriedad de El Mundo, que “No habrá justicia para Garzón hasta…” 

Se equivoca el articulista intentando hacernos creer que los siete majistrados del Tribunal Supremo que entendieron del caso, no han actuado correctamente, y que el tiempo será quien lo haga; el tiempo pasará, como es su obligación, pero, sin que intervenga su concurso, ya ha habido justicia para el exjuez Garzón: se le ha hecho justicia, con una sentencia justa; sin atajos fraudulentos.

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