miércoles, 20 de junio de 2018

LO QUE SUELE TENER MÁS VALOR SON LOS TRIUNFOS.

Acertar a identificar el punto mejor de lo mejor, me han comentado personas de científica dedicación, es prácticamente imposible, al menos con los actuales medios de medición.

Eso no cuenta para el comentarista deportivo que firma sus artículos en el diario AS, 

de tirada nacional, que asegura, sin que se le mueva un kiriki de su cabellera, que el argentino Lionel Messi, es "el mejor futbolista del Planeta", para a continuación asegurar con firmeza absoluta que "un título en la Copa del Mundo (se referirá al esta que está en curso) consagraría como el mejor de todos los tiempos".

Es indiscutible la calidad futbolística y mercantil de Lionel Messi, y supongo que nadie se atrevería a discutirle su clase; pero, lo que no se puede asegurar de manera tan tajante, es su lugar en solitario, en lo más alto del Olimpo futbolístico pues, en el deporte (Fútbol) donde triunfa el astro argentino, en grandioso escenario enmoqueteado de césped, se enfrentan once jugadores de un equipo (así se le dice a la formación), contra otros once jugadores, obviamente de otro equipo. 

Como todo el mundo sabe, la división en juego de los equipos es, por delante -valga la redundancia- está la Delantera; en el centro, la Línea Media, y por detrás cubriendo el Marco (la portería por donde entrando el balón se logra un gol) está el Portero y la Defensa.

El debate podría ser el siguiente: si es el mejor de su equipo el delantero que introduce el balón en la portería contraria, o el que siendo portero de su mismo equipo, impide con su actuación que entre el balón en su portería. Si es mejor el que remata el gol o, quien le ha filtrado el balón en un centro magistral. 

Tratándose de una participación coral, sin discutir que haya diferentes niveles de calidad, todos los jugadores tienen importancia. No se conoce de un futbolista que se haya enfrentado jamás a los once componentes de un equipo, y hubiera ganado por goleada.

La auténtica filosofía del fútbol es que el balón, ajustándose a unas reglas establecidas, entre en las porterías (se juega con dos), con lo que consigue ¡Gol!, final que se persigue para triunfar.

Y, ahí, se abre otro debate: es mejor el futbolista que para hacer goles se debe ayudar de un sinfín de arabescos dibujos por el césped, 

o el futbolista que más goles, en el mismo espacio de tiempo llega a conseguir. 

También podría llegarse a debatir si el haber participado con el resto de compañeros en la conquista de más triunfos nacionales e internacionales podría dar puntos a quien si, y no, al que no.

En la competición futbolista en estos momentos en juego, la Copa de mundo de Selecciones Nacionales, jugados los primeros partidos, Messi, un penalti a favor y dos tiros libres, lleva en un partido, 0 (cero) goles. Cristiano, jugados dos partidos (contra España 3, y Marruecos 1) lleva anotados a su favor 4 goles.

Una de las pocas ventajas que proporciona el haber vivido muchos años, es que uno tiene ocasión de guardar muchísimas cosas en la memoria, de las que se han visto y oído (por no alargarme). Yo, y muchos millones de personas más, hemos asistido, traída a España por los pies de don Alfredo Di Stéfano, a la maravillosa evolución del Fútbol. 

En 1953, año de su fichaje por el Real Madrid. el "Santiago Bernabéu", entonces "Chamartin", se convirtió en las Fuentes del Nilo, de las que bebió y sigue bebiendo indiscriminadamente el resto del Mundo del Fútbol.

En cualquier clase de competición lo que suele tener más valor, son los triunfos; en el fútbol solo se llega al triunfo, habiendo metido más goles que el rival.

La exageración de Maldini solo la excusa ¡el amor!.

Eloy R. Mirayo.


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